El lado oscuro del Museo Guggenheim en Abu Dhabi
Andrew Ross: “Siempre hay un tufo a corrupción al destinar tantos fondos públicos a un beneficiario privado”
Textos: David Henderson eta Txema García
Fotos: Andrew Ross

Activista social y profesor de Análisis Social y Cultural en la Universidad de Nueva York, Andrew Ross fue cofundador de Gulf Labor Coalition que durante cinco años estuvo presionando a las marcas culturales occidentales, entre ellas a la Fundación Solomon R. Guggenheim, tanto en Emiratos Árabes Unidos (Abu Dhabi) como en Helsinki para que garantizaran la protección de los trabajadores sometidos a condiciones laborales infrahumanas. Originario de Escocia, partidario de su independencia, explica cómo se manejan estas grandes marcas en sus nuevas formas de colonización cultural y económica con la convivencia de los gobiernos locales. Un aviso para navegantes ahora que esta Fundación ha puesto su mirada sobre la Reserva de la Biosfera de Urdaibai con su intención de instalarse en ella mediante dos sedes.
¿Qué relación ha tenido usted con la Fundación Solomon R. Guggenheim y en qué circunstancias y momentos?
Mi relación con la Fundación se remonta a 2011, cuando junto con otros activistas, formamos Gulf Labor Artists Coalition, un grupo internacional de artistas y críticos formado con el fin de combatir los abusos que se ejercían sobre los trabajadores inmigrantes en los Emiratos Árabes Unidos. Elegimos centrarnos en el interés que tenían las autoridades de Abu Dhabi para otorgar licencias, generosamente financiadas, a algunas de las principales marcas de museos del mundo (como el Guggenheim, el Louvre y el Museo Británico) de cara a desarrollar un nuevo barrio cultural “de lujo” en construcción en la isla Saadiyat.
¿Con qué fin querían llevar las autoridades de Abu Dhabi esas marcas a Saadiyat?
Pues para dar más brillo a los denodados esfuerzos del Emirato por promover la marca nacional, pensando que si se establecen allí esas marcas entonces les ayudaría a vender las villas de lujo proyectadas en la isla. Por otro lado, hay que señalar que, al igual que otros países del Golfo, los Emiratos Árabes Unidos dependen de un gran número de trabajadores migrantes maltratados del sur de Asia que están allí para construir la gran oferta de infraestructuras de rápido crecimiento que desarrollan estos Estados… Y para nosotros en la Gulf Labor Artists Coalition, lo que ocurre allí bien se podría resumir en el siguiente lema que se esconde detrás de la fórmula Saadiyat de crecimiento impulsado a través de las artes: “Alta cultura igual a trabajo duro”. Es decir, detrás de todo esto hay un principio moral simple: a nadie se le debe pedir que exponga, o realice actividades vinculadas a un museo construido a costa de trabajadores maltratados.
¿En qué referencias o experiencias anteriores basasteis vuestra intervención?
Siguiendo el manual de los activistas contra las fábricas de explotación de las marcas de los principales productores de prendas de vestir, comenzando por el boicot a Nike en la década de 1980, al exponer la miseria de su fuerza laboral subcontratada. Así que decidimos aprovechar los nombres de alto perfil de los museos en un esfuerzo por elevar los estándares laborales para los trabajadores migrantes de los Emiratos Árabes Unidos. Y como la mayoría de los miembros del Gulf Labor Artists Coalition estaban radicados en la ciudad de Nueva York, teníamos más relación local con el Guggenheim que con el Louvre o el Museo Británico, entonces nos concentramos en presionar públicamente a la dirección del Guggenheim en Nueva York para que adoptara un conjunto de estándares “de buenas prácticas laborales” para los trabajadores que contrataban y que otras marcas también pudieran seguir.
¿Cómo se planteó la campaña?
La campaña adoptó muchas formas. Primero, hicimos un boicot internacional al Guggenheim Abu Dhabi que atrajo a miles de firmantes entre artistas, críticos y curadores. En segundo lugar, mantuvimos un diálogo directo con los líderes y administradores del Museo junto con los funcionarios de Abu Dhabi encargados de las operaciones de construcción y entrega del barrio cultural de la isla Saadiyat. En tercer lugar, nos coordinamos con socios de ONGs y sindicatos para presionar al Museo. En cuarto lugar, realizamos una investigación de campo en Abu Dhabi para recoger testimonios de los propios trabajadores y del trato que recibían, así como publicaciones y publicidad en una gran variedad de foros. También llevamos a cabo un programa de obras de arte por encargo llamado “52 Weeks”. Y, por último, una acción directa que implicó una serie de ocupaciones espectaculares del Guggenheim en New York y Venecia. Estas ocupaciones fueron llevadas a cabo por G.U.L.F, el ala de acción directa del Gulf Labor Artists Coalition, compuesta por camaradas que habían estado activos en las derivaciones de Occupy Wall Street como Occupy Museums y Strike Debt (Huelga de Deuda).
¿Cómo caracterizaría a la Fundación Solomon R. Guggenheim? ¿Como una multinacional del Arte?
Las instituciones sin fines de lucro con una misión financieramente adquisitiva suelen adoptar, al final, de todas todas, las características de las entidades con fines de lucro. En el caso de esta Fundación, la creación de su museo insignia de Nueva York y su sucursal de Venecia (in situ, porque Italia no permitió que se exportará la colección de arte de Peggy Guggenheim) fueron abastecidas y financiadas por miembros de la familia. Desde entonces, la Fundación ha estado tratando de otorgar licencias de la marca Guggenheim a ciudades y Estados. Su modelo de expansión se basa en franquicias y, en este sentido, fue la primera institución cultural de gran tamaño en adoptar y aplicar este modelo corporativo, pionero en el mundo de franquicias de cultura.
Sus planes de expansión han tocado prácticamente todos los continentes y numerosas ciudades. Muchos fueron descartados de entrada, otros sufrieron muchas idas y venidas para ser finalmente desechados y unos pocos salieron adelante: Venecia, Bilbao y ahora Abu Dhabi. ¿Cuál es su forma de proceder en los procesos que abre?
La expansión se basó en el auge de los museos de los años 1990 y 2000, que fue impulsado por la doctrina del desarrollo basado en la cultura. Muchos de estos museos se construyeron en barrios deprimidos y de bajos ingresos, implicaron demoliciones y desplazamientos de población, y el dinero público se asignó sobre la base de que la cultura no era tanto un instrumento de ascenso de clase, como se entendía en la concepción del museo clásico del siglo XIX, sino más bien como un catalizador o vehículo para la recuperación económica y el rejuvenecimiento.
¿Hay algún tipo de constante en su actuación?
Este auge fue global y fue impulsado por una combinación de economía especulativa del mundo del arte (de arriba hacia abajo) y estrategias de revitalización ancladas en catalizadores de barrios emblemáticos (de abajo hacia arriba). El Guggenheim Bilbao llevó este paradigma al siguiente nivel de regeneración regional. El museo ha sido promocionado como el salvador de una región económicamente deprimida, aunque, por lo que sé, la mayoría de los estudios reputados del llamado “efecto Bilbao” sugieren que la revitalización fue principalmente resultado de los 4.000 millones de dólares de dinero público invertidos en infraestructuras en la ciudad, desarrollo inmobiliario comercial y a orillas del río. Posteriormente, la Fundación lanzó una búsqueda mundial de ciudades que pagaran los estudios de viabilidad, las tasas de licencia y, potencialmente, grandes subsidios operativos. La mayoría de los emprendimientos fracasaron o nunca se construyeron, pero la Fundación siguió obteniendo ingresos independientemente del resultado y difundiendo su marca, una vez más, independientemente del resultado. De modo que la franquicia de la marca ha generado ingresos incluso cuando fracasó o nunca se construyeron, pero la Fundación siguió obteniendo ingresos sin importar el resultado y difundiendo su marca, nuevamente, sin importar el resultado para dar como resultado un edificio. Ese es su modelo de negocio, por así decirlo. Es relativamente flexible, por lo que no hay un producto estandarizado, como una franquicia de McDonalds.
¿Qué nos puede decir del caso de Abu Dhabi?
El Guggenheim Abu Dhabi fue concebido como un atractivo de la isla Saadiyat, donde la Corporación de Turismo y Desarrollo de Abu Dhabi (TDIC) estaba planeando “la madre de todos los desarrollos inmobiliarios de lujo”. Los lujosos inmuebles de Saadiyat se venderían con la premisa de que los compradores pudieran pasear hasta las sucursales del Guggenheim, del Louvre y un nuevo museo nacional asociado con el Museo Británico. Para agregarle prestigio, un grupo de lustrosos arquitectos estrella -Frank Gehry, Jean Nouvel, Zaha Hadid, Raphael Viñoly, Tadao Ando y Norman Foster- fueron atraídos con sumas principescas para diseñar los edificios de la firma. La isla Saadiyat fue el esfuerzo de Abu Dhabi por diversificar su perfil económico más allá de la producción petrolera, hacia los sectores del turismo, los bienes raíces, la cultura y la recreación. El Emirato básicamente compró las principales marcas culturales, incluida la de mi propio empleador, la Universidad de Nueva York, cuyo campus externo se abrió en la isla en 2010, como parte de su iniciativa de construcción del Estado. Cada una de las instituciones recibió una gran suma a cambio, y toda la construcción y el mantenimiento del edificio fueron financiados por Abu Dhabi. En el caso del Guggenheim, se buscó y compró una colección de primera clase de arte árabe y de Oriente Medio a un costo enorme.
En este punto me interesaría hablar de la explotación laboral, tanto de la mano de obra inicial como de los trabajadores que luego entran a formar parte del Museo…
Todos los países del Golfo utilizan alguna versión del sistema de kafala (patrocinio) para reclutar trabajadores. Este es un modelo laboral que atrae la mano de obra barata migrante que necesita el país y que está en el punto de mira de las organizaciones humanitarias, que acusan al sistema de no ser más que una forma de esclavitud moderna.
Bajo el denominado régimen de la kafala, por el cual los trabajadores llegan muy endeudados y atados a su patrocinador o empleador; con pocas protecciones laborales, están sujetos a una disciplina laboral dura y vigilancia, y son golpeados y deportados si se quejan o se declaran en huelga. Los campos de trabajo asociados y las condiciones de trabajo punitivas tienen raíces coloniales en una región con una larga historia de gobiernos autoritarios, implantados por potencias extranjeras y perpetuado internamente por monarquías absolutas. Nuestro objetivo, Gulf Labor Artists Coalition, era mejorar los estándares y las condiciones laborales para los trabajadores migrantes en los Emiratos Árabes Unidos y en el Golfo en general. Después de que otras ONGs como Amnesty International y Human Rights Watch fueran prohibidas por entrometerse en la cuestión laboral, fuimos el único grupo externo que recogió testimonios de campo de los trabajadores. A mí y a varios colegas finalmente se nos prohibió la entrada en el año 2015. Pero la construcción del Guggenheim se estancó como resultado de nuestros esfuerzos durante varios años, y ahora está manchada gracias a las acciones de la coalición. En otras palabras, el abuso sistemático tuvo un precio. En el ínterin, la atención sobre los derechos laborales de los trabajadores de la construcción de los museos se ha ampliado a los trabajadores institucionales en sí. Los museos se han convertido en el escenario de una ola de organización laboral, con sindicatos y negociaciones colectivas ganadas en una institución tras otra. Así que también apoyamos las iniciativas de los trabajadores en los Guggenheims de Nueva York y Bilbao.
¿Y del Museo proyectado de Helsinki y finalmente no construido, qué ocurrió? ¿Puede contarnos algo sobre el “efecto Helsinki”?
Poco después de que el proyecto del Guggenheim Abu Dhabi se paralizara, el arquitecto Michael Sorkin y yo lanzamos una campaña relacionada junto con miembros de la comunidad artística finlandesa para oponernos a los planes del Guggenheim de construir otra sucursal del Museo en Helsinki. Organizamos un concurso de arquitectura como alternativa al concurso oficial organizado por el Guggenheim. El nuestro costó 5.000 euros, mientras que en el concurso oficial se gastaron decenas de millones. En nuestra opinión, la ciudad de Helsinki no necesitaba ser puesta en el mapa artístico por un museo de gran éxito en forma de crucero revestido de titanio, ya que estaba repleta de creatividad artística. La ciudad no necesitaba una afluencia de turistas de cruceros para quienes una visita al museo para ver las obras de artistas no finlandeses sería su único contacto con Helsinki. En oposición al “modelo Guggenheim” de desarrollo impulsado por la cultura para estimular el turismo y similares, organizamos nuestro concurso alternativo en torno al principio de que las artes y la actividad artística pueden y deben ser parte integral de una ciudad socialmente justa, parte del entorno público que una población de mentalidad progresista espera disfrutar.
¿Y qué ocurrió después de ese concurso…?
Pues que al final pudimos bloquear el plan del museo movilizando a los sindicatos para presionar al Ayuntamiento para que rechazara la propuesta ganadora en el concurso oficial. Basándonos en nuestro trabajo en Abu Dhabi, pudimos asociar el nombre Guggenheim con abusos de los derechos humanos, una mancha que la ciudad, presionada por los sindicatos, no estaba dispuesta a aceptar.
Parece curioso e incluso contradictorio, que para una Fundación de características tan liberales, con un fuerte sentido capitalista, lo que le interese es ser financiada por fondos públicos… como ha ocurrido con el Museo Guggenheim de Bilbao…
En absoluto. Como entidad que busca rentas, la Fundación aceptará cualquier subsidio o subvención que se le presente. El plan de Helsinki se sustentaba en una cuantiosa subvención pública, pero su construcción se debía realizar con capital privado finlandés, en gran parte procedente de personas adineradas con fuertes inversiones en causas nacionalistas de derechas. Parte de este dinero privado ya se había prometido, pero cuando la ciudad no estuvo dispuesta a ampliar el desembolso inicial, la Fundación se retiró. Abu Dhabi fue dinero público en su totalidad, y Bilbao también fue financiado en gran parte por el Gobierno Vasco. La Fundación es una entidad sin ánimo de lucro, pero también es una empresa no filantrópica cuyo impulso institucional está impulsado por el apetito de expansión y promoción de marca. En ese sentido, no se comporta de forma diferente a una corporación que intenta aumentar sus ingresos. Los administradores de las dotaciones de universidades privadas en los Estados Unidos piensan y se comportan de la misma manera.

¿Por qué cree que la opción del Guggenheim en Urdaibai es de interés para la Fundación?
Sin duda, la gente de la Fundación piensa que Urdaibai podría replicar, o incluso mejorar, el brillo de reputación que el “efecto Bilbao” le ha dado al Museo. Urdaibai parece estar ya dentro del itinerario de los turistas para quienes el Museo Guggenheim de Bilbao es un atractivo. Por lo tanto, ofrecer un segundo destino artístico en el camino tiene un neto sentido económico. Y los funcionarios gubernamentales centrados en la regeneración regional, seguramente están enamorados de la perspectiva de que los turistas alarguen su visita al menos un día para hacer otra visita al Museo. El celo de un gobierno local por traer el Museo Guggenheim en Urdaibai y apoyarlo generosamente con fondos públicos es un requisito previo para cualquier sucursal global del museo. No tienen que gastar tiempo y dinero persuadiendo a los funcionarios. Por último, pero no menos importante, está la perspectiva de poder traer la pintura de Picasso a Gernika, donde nunca se ha exhibido. El Gobierno español hace tiempo que se muestra reticente a permitir que salga del Museo Reina Sofía, pero estoy seguro de que los directivos del Guggenheim están salivando ante la idea de que podrían ser capaces de dar este golpe.
¿Qué opina usted de este vínculo que se pretende establecer entre Arte y Naturaleza para vender mejor esta idea, precisamente en un lugar donde la biodiversidad de este espacio natural está seriamente en peligro?
Las economías del turismo cultural y del turismo de naturaleza suelen ser circuitos separados, con distintos tipos de clientes. Pero hay cierta superposición y, con un número suficiente, no hay razón por la que no pueda funcionar como una “propuesta de valor”. Por supuesto, los riesgos ambientales del ecoturismo son bien conocidos por las comunidades anfitrionas y, en el caso de Urdaibai, la amenaza está bien documentada. Las ciudades europeas, incluida Bilbao, ya están sufriendo el peso del exceso de turismo y estamos viendo una reacción popular contra el impacto asfixiante de la economía turística. En muchos lugares, este paradigma de desarrollo económico se está derrumbando. Parece imprudente que el Gobierno local esté depositando su fe en él en este momento.
El año pasado la Fundación Guggenheim R. Solomon nombró una nueva directora, Mariet Westermann. ¿Qué puede decir de ella?
Estuvimos en desacuerdo durante muchos años cuando ella era administradora principal de la New York University Abu Dhabi, y yo era miembro activo en nuestra Fair Labor Coalition, que era intensamente crítica con la construcción y el funcionamiento del campus. Nuestro informe sobre el trabajo forzoso en NYU Abu Dhabi se publicó después de que la reputación de la Universidad se viera gravemente dañada por las revelaciones sobre el abuso laboral en su construcción. Westermann había sido una figura clave en Abu Dhabi durante muchos años antes de ser nombrada vicerrectora en 2019, por lo que adquirió una gran experiencia como intermediaria con el Gobierno de Abu Dhabi. Como historiadora del arte y testigo cercana de cómo operaba la Fundación en el Emirato, era una elección natural para asumir la presidencia.
¿Cree que podría suponer un gran coste político para sus promotores llevar a cabo este proyecto en Urdaibai?
Siempre hay un tufo a corrupción en cualquier decisión de destinar tantos fondos públicos a un beneficiario privado. Si las cosas salen mal, los funcionarios tendrán que afrontar las consecuencias. La mayoría de los planes de la Fundación para crear sucursales internacionales han fracasado, y los “inversores locales” han sufrido un duro golpe, por lo que es muy posible que esto ocurra en Urdaibai. Por lo tanto, si el museo se construye en un ecosistema tan frágil, el creciente movimiento de protesta que ataca las obras de arte del museo tendrá una nueva marca en su lista.
1 Gulf Labor Coalition, https://gulflabour.org/: Negar Azimi, “The Gulf Art War,” New Yorker (December 11, 2016), https://www.newyorker.com/magazine/2016/12/19/the-gulf-art-war.cember 11, 2016.
2 Andrew Ross (for Gulf Labor), ed., The Gulf: High Culture/Hard Labor (New York: OR Books, 2015)
3 Colin Moynihan, “Labor Protesters to Resume Guggenheim Demonstrations,” New York Times (April 17, 2016), ttps://www.nytimes.com/2016/04/18/arts/design/labor-protesters-to-resume-guggenheim-demonstrations.htm
4 Gulf Labor also spun off an architecture wing, called Who Builds Your Architecture?, aimed at establishing ethical labor standards in the architectural world. See Who Builds Your Architecture?A Critical Field Guide, http://whobuilds.org/who-builds-your-architecture-a-critical-field-guide/